martes, 10 de noviembre de 2015



Verdad y Libertad su conexión en la acción humana.

Que la libertad es susceptible de verdad y falsedad, en un sentido análogo a como decimos, por ejemplo, que el lenguaje es naturalmente susceptible de verdad o falsedad, no es una opinión muy corriente, tal vez porque estamos acostumbrados a considerar la libertad en un sentido excesivamente formal, prescindiendo de su posible contenido. Ahora bien, está claro, que, así considerado, tampoco el lenguaje sería susceptible de verdad y falsedad, pues estas propiedades sólo tienen lugar cuando consideramos el lenguaje desde el punto de vista de los contenidos (e. d. semántico), y no exclusivamente desde el punto de vista formal-sintáctico.

Asimismo, cabría decir que la libertad, formalmente considerada, no es susceptible de verdad o falsedad, pero sí lo es la libertad dotada de contenido, es decir, la libertad que usamos ordinariamente siempre que elegimos actuar de una manera o de otra: ni más ni menos que el lenguaje ordinario, en el que las dimensiones sintáctica y semántica van unidas de modo natural. Así considerada, también la libertad puede ser verdadera o falsa, aunque, como veremos más adelante, en un sentido ligeramente distinto a como son verdaderas o falsas las frases que usamos.

Sin embargo, antes de examinar en qué sentido pueden ser verdaderas o falsas nuestras elecciones, no está de más reparar en la misma extrañeza que este modo de hablar suscita en nosotros. Y es que la idea de libertad con la que estamos familiarizados, la idea de libertad que impregna nuestra cultura, no acepta con facilidad esa relación que aquí damos por sentada cuando hablamos de libertad verdadera o falsa. Más cercanos a Ockham que a Aristóteles, nos parece que la libertad es asunto exclusivo de la voluntad, y que es ajena por principio y por completo al conocimiento, y por tanto a la verdad.

Esta opinión general llega hasta el extremo de pensar, de un modo más o menos consciente, que el conocimiento puede estorbar a nuestra libertad. Por lo menos determinado tipo de conocimiento, pues hay otro que sin duda constituye una ayuda considerable para realizar nuestros proyectos libres. Este modo de pensar se encuentra reflejado de la manera más radical en las palabras con las que Calicles contesta a Sócrates en el Gorgias de Platón:

«(…) ¿Cómo podría ser feliz un hombre si es esclavo de algo? Al contrario, lo bello y lo justo por naturaleza es lo que yo te voy a decir con sinceridad, a saber: el que quiera vivir rectamente debe dejar que sus deseos se hagan tan grandes como sea posible, y no reprimirlos, sino que, siendo lo mayores que sea posible, debe ser capaz de satisfacerlos con decisión e inteligencia y saciarlos con lo que en cada ocasión sea objeto de deseo. Pero creo yo que esto no es posible para la multitud; de ahí que, por vergüenza, censuren a tales hombres, ocultando de este modo su propia impotencia; afirman que la intemperancia es deshonrosa, como yo dije antes, y esclavizan a los hombres emás capaces por naturaleza y, como ellos mismos no pueden procurarse la plena satisfacción de sus deseos, alaban la moderación y la justicia a causa de su propia debilidad. Porque para cuantos desde el nacimiento son hijos de reyes o para los que, por su propia naturaleza, son capaces de adquirir un poder, tiranía o principado, ¿qué habría, en verdad, más vergonzoso y perjudicial que la moderación y la justicia, si pudiendo disfrutar de sus bienes, sin que nadie se lo impida, llamaran para que fueran sus dueños a la ley, los discursos y las censuras de la multitud? ¿cómo no se habrían hecho desgraciados por la bella apariencia de la justicia y de la moderación, al no dar más a sus amigos que a sus nemigos, a pesar de gobernar en la propia ciudad? Pero, Sócrates, esta verdad que tú dices buscar es así: la molicie, la intemperancia y el libertinaje, cuando se les alimenta, constituyen la virtud y la felicidad; todas esas otras fantasías y convenciones de los hombres contrarias a la naturaleza son necedades y cosas sin valor». (Platón, Gorgias, 491 d 8 - 492 d).

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